quinta-feira, junho 11, 2009

430) Como criar, e alimentar, uma grande depressao

A análise abaixo, historicamente fundamentada, foi feita por um economista liberal e publicada no site do Cato Institute, um think-tank anarco-libertario de Washington.

Cómo convertir una recesión en una depresión
por William Niskanen
4 de junio de 2009

Willliam Niskanen es Presidente Emeritus de la Junta Directiva y Economista Distinguido. Este ensayo fue publicado originalmente en inglés enel Cato Policy Report de Marzo/Abril 2009. También puede leer este documento en formato PDF aquí.

Cuatro políticas económicas federales transformaron la recesión del presidente Herbert Hoover en la Gran Depresión: aranceles más altos, sindicatos más fuertes, tasas tributarias marginales más altas, y una contracción de la oferta de dinero. El presidente Obama, desafortunadamente, ha respaldado alguna variante de las primeras tres políticas, y en aproximadamente un año se enfrentará a una decisión crítica acerca de la política monetaria.

El comercio
La Ley de Aranceles Smoot-Hawley fue aprobada por el Congreso estadounidense en mayo de 1929, antes del colapso de la Bolsa de Valores en octubre, y fue implementada en junio de 1930 a pesar de la oposición de muchos economistas y de varios empresarios importantes. Se aumentaron en un 60 por ciento los aranceles sobre 3.200 productos importados, aunque muchas importaciones continuaron ingresando libres de impuestos. Además, gran parte de los aranceles eran en dólares por unidad, por lo que el costo real de los aranceles aumentó con la deflación que vino después. Esta ley provocó que otros 60 gobiernos implementaran aranceles en retaliación. Los aranceles más altos y la recesión general redujeron el total del comercio mundial en alrededor dos tercios para 1933, y la tasa de desempleo de EE.UU. aumentó de 7,8 por ciento cuando la ley Smoot-Hawley fue implementada a 25,1 por ciento en 1933.

El senador Obama fue uno de los proponentes de la Ley de la Moneda Justa de 2007, la cual hubiera autorizado un arancel compensatorio sobre los productos importados de una economía que no fuera de mercado y que tuviera un tipo de cambio que subestimara el valor de su moneda. Aunque estaba dirigida principalmente a China, fue ampliada para incluir también a Canadá y a México. La aprobación de esta ley muy probablemente hubiera provocado algún tipo de retaliación. EE.UU. es especialmente vulnerable a una retaliación por parte de China debido a depende de ese país para financiar el déficit en su cuenta corriente. Una aseveración del secretario del Tesoro, Timothy Giethner, durante una audiencia para su confirmación, aumenta el prospecto de que la administración Obama decidirá que China ha manipulado su moneda. Durante su campaña para la presidencia, Obama también propuso abrir el TLCAN para renegociar los estándares laborales y ambientales, y se opuso a varios acuerdos comerciales pendientes que ya habían sido negociados pero que todavía no han sido aprobados. Durante las deliberaciones en el Congreso acerca de la ley de estímulo de 2009, sin embargo, el Presidente Obama expresó que se debía tener cuidado con cualquier provisión de “Compre estadounidense” que podría provocar una retaliación comercial.

Política laboral
La Ley Davis-Bacon de 1931 requirió que los trabajadores empleados en proyectos de construcción financiados por el gobierno federal no recibieran un salario menor al que recibían otros trabajadores de la zona en proyectos similares. La Ley Norris-LaGuardia de 1932 hizo no ejecutables en las cortes federales a los contratos yellow dog, los cuales hacían de la promesa de no afiliarse a un sindicato una condición para recibir empleo, y prohibió cualquier mandato judicial federal en las disputas laborales no violentas. Esto fue seguido por la Ley Wagner de 1935—la cual garantizaba el derecho de los trabajadores a organizar sindicatos, a tener negociaciones colectivas, y a huelgas—y la Ley de Estándares Laborales Justos de 1938, la cual estableció el salario mínimo federal y prohibió el trabajo infantil. Estas leyes aumentaron el costo real de los servicios laborales, especialmente en el sector industrial, y contribuyeron de manera importante al aumento substancial en la tasa de desempleo durante la Gran Depresión.

El senador Obama fue uno de los promotores originales de la Ley de Libre Elección de 2007, cuyo principal efecto hubiese sido prohibir el voto secreto en la decisión de certificar o no a un sindicato. Otra provisión de esta propuesta hubiese autorizado al Estado a escribir el contrato laboral en las empresas recientemente sindicalizadas si la administración y el sindicato no hubiesen acordado un contrato laboral inicial dentro de un tiempo determinado. Obama también ha sido un defensor consistente de salarios mínimos más altos, los cuales aumentan la tasa de desempleo para los trabajadores jóvenes y con poca preparación.

Impuestos
Un año antes del punto más bajo de la Gran Depresión, la Ley de Ingreso de 1932 aumentó la tasa marginal máxima del impuesto sobre la renta personal del 25 al 63 por ciento, subió la tasa del impuesto de renta corporativo del 12 al 13,75 por ciento, y duplicó la tasa del impuesto a las propiedades. La Ley de Ingreso de 1936 aumentó aún más la tasa marginal máxima del impuesto sobre la renta personal hasta llegar al 79 por ciento y la tasa sobre las ganancias corporativas no distribuidas a un 42 por ciento. Estas dos leyes tributarias aumentaron las tasas de impuestos federales más que en cualquier otro periodo de paz y extendieron la duración de la Gran Depresión al debilitar significativamente el incentivo para trabajar, invertir y aumentar la productividad.

Durante su campaña presidencial, el senador Obama propuso una combinación de créditos tributarios para hogares de ingresos bajo y medio, un aumento substancial en las tasas tributarias marginales para los hogares con un ingreso anual superior a los $250.000, y varios cambios selectivos en la tributación de las empresas. La tasa marginal máxima del impuesto sobre la renta sería aumentada del 35 al 39,6 por ciento, el impuesto marginal sobre las planillas aumentaría del 1,45 al 5,45 por ciento (más un aumento similar para el patrono), y la tasa sobre las ganancias de capitales y dividendos sería aumentada del 15 al 20 por ciento. Una eliminación gradual de la exención personal y de deducciones específicas añadirían alrededor de 4,5 puntos porcentuales a la tasa de impuesto marginal (un cálculo de la Tax Foundation).

La tasa tributaria marginal total, por lo tanto, aumentaría del 36,45 al 49,55 por ciento, reduciendo en alrededor de un quinto el rendimiento después de impuestos de los ingresos adicionales. Muchos propietarios de empresas pequeñas y muchas parejas profesionales estarían sujetos a estas tasas tributarias más altas. Obama no ha propuesto una reducción del impuesto de renta corporativo, aunque la tasa de éste es ahora la segunda más alta entre las naciones industrializadas. Los cambios que ha propuesto en cuanto a la tributación de empresas están diseñados para cambiar la composición de la actividad empresarial estadounidense, aumentando los impuestos sobre las empresas de petróleo y gas y las multinacionales estadounidenses que difieren la repatriación de ganancias en el extranjero a favor de empresas que produzcan energía renovable y aumenten el empleo doméstico.

Las tasas de impuestos federales propuestas por Obama no son muy distintas a aquellas que había antes de la era de reducción de impuestos de Reagan, pero constituirían un aumento considerable en relación a los últimos años en una época en que muchos otros gobiernos están reduciendo sus tasas de impuestos a la renta de las personas y de las empresas.

Política monetaria
En retrospectiva, el origen de la Gran Depresión parece sorprendentemente similar a las condiciones recientes—con una gran excepción. La Reserva Federal había aumentado la oferta de dinero desde 1921 hasta 1927 en aproximadamente un 60 por ciento, contribuyendo al rápido aumento en los precios de las acciones. A principios de 1928, sin embargo, la Reserva Federal inició una política de restricción monetaria que continuó hasta mayo de 1929, aumentando la tasa de descuento del 3,5 por ciento al 5 por ciento en tres etapas. Esto provocó el colapso de la bolsa en octubre de ese año.

La caída en los precios de las acciones y la deflación general que luego vendría condujeron a un gran aumento en la demanda de dinero. Sin embargo, luego del colapso del Banco de Estados Unidos en diciembre de 1930, la Reserva Federal aumentó las tasas de interés nuevamente a principios de 1931. De 1929 a 1933, la oferta de dinero se redujo en alrededor de un tercio, limitada por las reglas del patrón de oro, aunque el Banco de la Reserva Federal de Nueva York había urgido consistentemente por una política de expansión monetaria. Durante este periodo, el número de bancos estadounidenses también se redujo aproximadamente en un tercio debido a quiebras o fusiones.

Esta combinación de un gran aumento en la demanda de dinero y una reducción substancial en la oferta del dinero fue la principal causa de la primera etapa de la Gran Depresión. Este periodo de contracción monetaria acabó hasta 1933 cuando el presidente Roosevelt aumentó el precio del oro en un 75 por ciento, permitiendo una expansión renovada de la oferta de dinero. En 1936 y 1937, sin embargo, la Reserva Federal duplicó los requisitos de reservas bancarias, derivando en la recesión corta y severa de 1937-38 dentro del periodo más amplio de la Gran Depresión.

La política monetaria que condujo a la recesión actual era similar a la política que condujo la primera etapa de la Gran Depresión. La Reserva Federal mantuvo una política monetaria expansiva desde 2001 hasta 2004, con una tasa de interés más baja que la tasa general de inflación, contribuyendo tanto a la burbuja de bienes raíces como al aumento de los precios de las acciones en la bolsa de valores. Luego, desde mediados de 2004 y hasta mediados de 2007, la tasa de interés aumentó en 4,25 puntos porcentuales, derivando esto en una caída de la inversión en bienes raíces que empezó en la primavera de 2006 y una caída en la bolsa de valores y el producto interno bruto que empezó en el otoño de 2007.

Al igual que en la década de los treinta, la caída en los precios de las acciones y la deflación que luego vendría aumentaron considerablemente la demanda de dinero y de otros instrumentos financieros tales como los bonos del Tesoro. La gran diferencia con dicho período es que la Reserva Federal ha mantenido una política monetaria muy agresiva desde mediados de 2007, reduciendo la tasa de interés en 5 puntos porcentuales. Además, desde el último otoño, la Reserva Federal ha comprado una amplia gama de instrumentos privados y públicos, duplicando la base monetaria desde agosto del año pasado. Este cambio dramático en la política monetaria es principalmente atribuible a las lecciones que el presidente de la Fed, Ben Bernanke, ha derivado de su estudio de los errores de política monetaria cometidos en los años treinta.

El aumento muy rápido en la base monetaria desde agosto pasado fue, en mi opinión, la respuesta correcta al inmenso aumento en la demanda de dinero y probablemente sea mucho más efectivo que cualquier plan de estímulo. Sin embargo representa un peligro potencialmente grande para el futuro. Cuando haya algún repunte en la inflación general y un aumento de confianza en la seguridad de los activos no monetarios, la demanda del dinero caerá a un nivel más normal en relación al ingreso monetario total.

En ese momento, la Reserva Federal y el gobierno de Obama se enfrentarán a una decisión muy difícil—permitir una tasa de inflación alta o aumentar las tasas de interés lo suficientemente rápido como para evitar ese resultado. La primera opción sería la política de inacción; la segunda opción requeriría vender casi todos los activos financieros que la Reserva Federal ha acumulado en los últimos meses. Yo creo que la hora para esta difícil decisión no está muy lejos, probablemente dentro de uno o dos años, una suposición basada en el hecho de que desde noviembre ya ha habido algunos aumentos en los precios de las acciones y de algunas materias primas. Y ese será un momento difícil para tomar esa decisión. El periodo de Bernanke como presidente de la Fed expira en enero de 2010 y, por supuesto, también habrá una elección para el Congreso ese otoño, reduciendo los incentivos y el respaldo para un aumento rápido en las tasas de intereses. La segunda opción también representaría el potencial de una recesión y recuperación en forma de W, extendiendo así el período de crecimiento económico débil para evitar una alta tasa de inflación. De cualquier manera, la única forma de evitar enfrentarse a una decisión tan difícil en el futuro más distante es corregir las condiciones que condujeron a que esta recesión se convirtiese en una crisis financiera. Esto requeriría de una reestructuración del mercado hipotecario de tal forma que las hipotecas y los títulos respaldados por hipotecas sean más líquidos y sus riesgos más transparentes.

Otras políticas relacionadas
Las políticas comerciales y laborales de los años treinta fueron diseñadas para mantener los precios de los productos y del empleo, usualmente a cuesta de las cantidades ofertadas. Otras políticas tuvieron los mismos objetivos y efectos. La Ley de Recuperación Industrial Nacional de 1933 autorizó a los carteles a mantener los precios. Hasta que esta ley fue declarada inconstitucional en 1935, por ejemplo, miembros de estos carteles estuvieron sujetos a multas por ofrecer descuentos. La peor de tales medidas fue la Ley de Ajuste Agrícola de 1933; hasta que esta ley fue declarada inconstitucional en 1936, autorizaba pagos a agricultores por reducir las acres bajo cultivo. En efecto, estas medidas establecieron un piso por debajo de los precios que no permitió el ajuste de muchos mercados laborales y de productos, dada la caída en la demanda nominal. Estas medidas fueron una razón importante por la cual la producción total no se recuperó al nivel de 1929 hasta 1939, y la tasa de desempleo a fines de esta década era de 17,2 por ciento. Varios programas agrícolas actuales también tienen en gran parte el mismo objetivo y los mismos efectos. El precio de la leche es mantenido por un cartel autorizado por el gobierno, el precio del azúcar por una cuota sobre las importaciones, y el precio del maíz ha aumentado por una regulación que requiere una producción substancial de etanol a base de maíz para uso como combustible. Desconozco cuál es la posición de Obama respecto al cartel de lácteos. No obstante, durante su campaña presidencial, el senador Obama fue un firme defensor tanto de la cuota para el azúcar como del programa para la producción de etanol.

Otra política de los gobiernos de Hoover y de Roosevelt era la de aumentar considerablemente el gasto federal en infraestructura pública, especialmente en instalaciones hidroeléctricas. Estos programas no redujeron la producción total, pero claramente no fueron efectivos, dada la combinación de otras políticas, en reducir la profundidad o duración de la Gran Depresión. El gobierno de Japón lanzó un programa estatal de infraestructura substancialmente más costoso en la década de los noventa, también sin ningún efecto en acabar con lo que resultó ser una década de crecimiento económico muy bajo. Una provisión importante de la propuesta de estímulo fiscal del presidente Obama, por supuesto, es un aumento significativo del gasto federal en infraestructura pública. Bernanke estuvo en lo correcto al indicar que “Es poco probable que las acciones fiscales promuevan una recuperación duradera a menos que sean acompañadas de medidas fuertes para estabilizar y fortalecer aún más el sistema financiero”.

Conclusión
La lección más importante de este ensayo es evitar repetir las políticas que aumentaron la profundidad y duración de la Gran Depresión.

Desafortunadamente, algunas de estas medidas todavía tienen un considerable atractivo político—limitar el comercio internacional, fortalecer a los sindicatos, otras medidas para mantener los precios de algunos productos y servicios laborales, e impuestos más altos sobre los ricos y las ganancias de capital. Una lección importante que parece que hemos aprendido de los 1años treinta es evitar reducir la oferta de dinero en respuesta a una demanda mayor de éste. Otra lección importante que todavía no aprendemos es que algo de gasto público en infraestructura podría ser popular y valioso pero no es muy efectivo para contrarrestar una recesión.

Todavía tenemos que aprender las lecciones acerca de lo que causó la actual recesión y la crisis financiera en general. EE.UU. había experimentado 11 recesiones desde la Segunda Guerra Mundial sin una crisis financiera general, así que algo nuevo debe haber ocurrido que causó la situación actual. Mi opinión es que las políticas estatales y las prácticas privadas que cambiaron la forma en que las hipotecas eran financiadas son ese factor novedoso peligroso, pero ese es un tema para otra ocasión. En este aspecto, estoy de acuerdo con la reciente conclusión de Bernanke de que “deberíamos reconsiderar las regulaciones al capital, las reglas de contabilidad, y otros aspectos del régimen regulatorio para asegurar que estos no induzcan un comportamiento pro-cíclico excesivo en el sistema financiero y en la economía”.

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